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El sol está ocultándose apresuradamente por detrás de los árboles de un huerto de olivos en los alrededores del pueblo de Nilin, en Cisjordania. Tras un día de enfrentamientos entre el ejército israelí y los campesinos palestinos por la construcción del muro de separación en sus tierras, parece que por fin los soldados se han retirado.

Observados por las casas del vecino asentamiento judío de Hashmonaim, un puñado de los chicos más valientes de Nilin ha salido a trabajar.

Yamal y Abed sudan por el esfuerzo de ganarle la partida a la noche y al regreso del ejército israelí. Caminan con orgullo, con la parte delantera de sus camisetas vuelta hacia arriba para sujetar un alijo repleto de botes vacíos de gas lacrimógeno y granadas de aturdimiento. Como chatarra, cada uno vale un shekel (25 céntimos), y entre los dos llevan al menos 50 botes.

Nilin, a medio camino entre Jerusalén y Tel Aviv, alberga a casi 5.000 palestinos. Conocido como el “pueblo de los empresarios”, tiene un porcentaje de millonarios superior al porcentaje normal. Pero eso parece a punto de cambiar.

Tradicionalmente, Nilin ha disfrutado de los beneficios no sólo de una próspera industria agrícola situada en las abundantes tierras de su periferia, también de cuatro fábricas que suministran artículos que van desde cola a fuel para los palestinos de toda la región de Ramallah

Pero Yamal y Abed, que se reían nerviosamente y rehusaban contestar cuando les pregunté por su nombre completo, parecían representar la imagen de las futuras perspectivas empresariales para Nilin.

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