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Como el resto de Occidente, Israel tuvo al principio una postura ambivalente hacia la Shoah. Por una parte, porque los muertos fueron como “corderos al matadero” (Jeremías, 51), en contra de la imagen de fortaleza frente a los enemigos que pretendía dar el nuevo Estado. Por otra, la Shoah demostraba post factum que los judíos no necesitaban un hogar propio, vista la imposibilidad de convivir con quienes siempre los habían perseguido. El Vad Yashem, creado en 1953, guarda la memoria de las víctimas del Holocausto y a él se suele llevar a los niños para que no olviden.

Sin embargo, a partir de 1967, cuando las críticas al Estado de Israel aumentaron con la ocupación de Gaza y Cisjordania, Israel echó mano de forma intensiva al recuerdo del Holocausto. En primer lugar, estableciendo una identificación en muchos aspectos abusiva entre la tragedia (de la que se expurgó a gitanos, homosexuales, comunistas y simples soldados soviéticos) y el Estado sionista, al cual pretendía exculpar, a través de la maldad etnocida, de las maldades propias.

En palabras del historiador Yehudá Elkana, en un artículo titulado “En pro del olvido” (Haaretz, 1988), se pasó del «esto no puede ocurrir nunca más» al «esto no puede ocurrirnos nunca más». La “invención” de un absoluto que subsume todo lo concreto ayuda a explicar por qué, ante las acusaciones de brutalidad o conculcación de los derechos humanos, el Estado de Israel apela sistemáticamente a acusar de antisemitismo a personas, organizaciones… a Europa entera si es preciso.

Cara al interior, los efectos de la sobreexposición de la Shoah son también perniciosos. El ya citado Elkana observa en ella peligros para la democracia («el culto del pasado y la adicción al “recuerda” minan los fundamentos de la democracia») e incluso para la conciencia colectiva («¿Qué puede hacer un niño con este tipo de recuerdos? Muchos de ellos sólo han visto [en la visita a Yad Vashem] una llamada al odio»). Por lo que concluye: «Tampoco deseo que se deje de estudiar la historia de nuestro pueblo.

Tan sólo trato de luchar para que la Shoah deje de ser el eje central de nuestra existencia nacional».

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