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Por supuesto, contra quienes se proyecta más acusadamente esa superioridad moral es contra los palestinos; se trata de una actitud típicamente colonial; el colonizado (schwartz, “negro”, era el término despectivo de los primeros colonos hacia los palestinos) es ignorante, incapaz de trabajar con constancia, y eso se nota en el estado de postración material y espiritual en que se encuentra; más aún, es invisible. Buena parte de la propaganda –incluida la que se disfraza como educación– se basa en que Palestina era una tierra prácticamente vacía, habitada por grupos seminómadas que en última instancia no se sentían apegados al país y que perfectamente podían trasladarse a cualquier otro territorio árabe.

Eso, según la propaganda y en contra de las abrumadoras pruebas históricas, en buena parte debidas a los “nuevos historiadores” israelíes, explica la facilidad con que abandonaron sus casas.

Esa invisibilidad se muestra palmariamente en un manifiesto de apoyo al Estado de Israel elaborado por “personas de izquierdas” españolas (www.aseiweb.net) en el que acusa de la hostilidad hacia Israel exclusivamente al antisemitismo, sin hacer ni una sola referencia a la actitud israelí hacia el pueblo palestino.

Donde se hace más patente esa conciencia es en la tesis de la “pureza de las armas” (tohar haneshek). Dicha idea surge, según el sociólogo Uri Ben Eliécer, «… de la tradición revolucionaria y socialista de la dirección del yisuv [la comunidad judía de la Palestina preestatal] y evoca al mismo tiempo las nociones de moralidad, de alto nivel de conciencia y de motivación ideológica. La guerra de Independencia instaurará después esta expresión como efigie identificativa de la talla moral constitutiva y superior del Ejército israelí».

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